En la comunidad de San Antonio de Chiautla de Arenas, en el estado de Puebla, la tierra no solo es el sustento de vida, sino también la esperanza que une a generaciones enteras de una familia. La familia de Juan Pablo García Rodríguez ha cuidado los campos con dedicación y amor durante tres generaciones. Desde la ilusión infantil hasta la realización del sueño compartido por todos, los tractores LOVOL han sido testigos de su transformación y crecimiento. Esta no es únicamente una historia de agricultura, sino un relato real de sueños, unión familiar y confianza.
El llamado del campo: la inspiración de la infancia
Juan Pablo creció entre surcos y cosechas. Al recordar su niñez, comenta:
“Mis padres me enseñaron a trabajar la tierra desde pequeño. Incluso pensé en dejar la escuela para pasar más tiempo en el campo. La tierra está viva, y los frutos que nos da siempre despertaron mi admiración”.
Ese vínculo con la tierra no fue algo pasajero, sino una herencia de sangre. Su abuelo alguna vez tuvo un tractor, y a los 13 años, Juan Pablo ya se atrevía a conducirlo: cortar pasto, cargar mercancía, transportar productos. Esa experiencia temprana sembró en él un sueño:
“Algún día, tendré mi propio tractor”.
A menudo miraba con envidia a los vecinos que trabajaban con sus máquinas y repetía a su madre: “Yo también quiero manejar un tractor”. Ella, con ternura, siempre le respondía: “Hijo, llegará el día en que tengas el tuyo”. Así, su sueño echó raíces en los campos de Puebla.
La fortaleza de una madre: libertad en los campos
Otra figura clave en la historia familiar es Martha, la madre de Juan Pablo. Para ella, el campo no solo significa trabajo, sino libertad y plenitud.
“Lo que más amo es la libertad, la libertad de caminar y trabajar en el campo. No me importa cuánto dure la jornada, aunque sea de sol a sol. Recuerdo una ocasión en la que, después de cosechar calabaza, el río creció y bloqueó nuestro camino. No pudimos regresar y dormimos en el carro, pero aun así me sentí feliz”.
Su fuerza y pasión se convirtieron en el legado más valioso de la familia: la certeza de que la tierra es dura, pero nunca abandona a quienes trabajan con amor y esfuerzo.
El sueño hecho realidad: la llegada del tractor LOVOL TH754
Para la familia García Rodríguez, tener un tractor no era solo una necesidad agrícola, era un sueño compartido. Juan Pablo lo expresa con emoción:
“Siempre soñamos con tener un tractor. Y con la llegada del LOVOL TH754, ese sueño por fin se hizo realidad”.
Su padre, Martín, lo resume con claridad:
“LOVOL es demasiado importante para nosotros. Nos permite preparar la tierra y sembrar en el momento adecuado, sin depender del clima ni de la mano de obra. Cuando decidimos trabajar, el tractor siempre está listo”.
Martha añade:
“Con el LOVOL TH754 podemos sembrar y plantar en el mejor momento. Eso no solo incrementa los rendimientos, también reduce el desgaste físico. Lo que antes requería varios días de trabajo en familia, hoy lo hacemos en una sola jornada”.
La llegada de LOVOL no solo aumentó la productividad, sino que devolvió a la familia la certeza de que la agricultura tiene futuro.
De la herencia a la confianza: la fuerza de LOVOL
De aquel niño que sujetaba el tractor de su abuelo al hombre que ahora conduce su propio LOVOL, Juan Pablo cumplió su promesa. Con orgullo dice:
“Yo miraba a los demás manejar sus tractores y sentía un gran anhelo. Ahora puedo decirles a mis hijos: los sueños sí se cumplen”.
Para esta familia, LOVOL es mucho más que un tractor: es un aliado que transforma su manera de vivir, un puente que conecta generaciones y un compañero confiable que hace que el esfuerzo en el campo sea más eficiente y valioso.
Todos coinciden en una sola frase:
“Gracias, LOVOL, por hacer realidad nuestro sueño”.
Conclusión
En los vastos campos de Puebla, la familia de Juan Pablo escribe con sudor, esperanza y perseverancia su propia poesía campesina. Desde la fortaleza de sus antepasados hasta la modernización agrícola de hoy, su historia refleja no solo el profundo vínculo entre los agricultores mexicanos y su tierra, sino también la inevitable evolución hacia una agricultura más eficiente y sostenible.
Fiel a su filosofía de “confiabilidad”, LOVOL continúa comprometido en ofrecer soluciones agrícolas que apoyen a los productores en todo el mundo. Para la familia García Rodríguez, LOVOL no es únicamente un tractor, sino un verdadero compañero de vida y de futuro.
Bajo el sol, entre el rugido del motor y las sonrisas de la cosecha, se escucha un eco sincero y profundo:
“¡Gracias, LOVOL!”